Me acerqué, lo reconozco.. me daba pena. Tiene que ser difícil llegar a un sitio nuevo, no entender nada, intentar integrarse, verse solo.. y me acerqué no solo por él, no solo porque me pareció tierno, diferente.. me acerqué, porque en el fondo lo necesitaba.
-Hola- le dije- ¿vendes rosas?
-Sí, bueno, vendía dirás.. estas ya están feas, no creo que nadie quiera comprarlas.
-Mmmmm.. ¿y no podrías venderme una sonrisa?
-¿Una sonrisa?- dijo con los ojos incrédulos.
-Sí, ahora mismo es que lo necesito.. no me quedan.
Mi comentario debió de hacerle gracia, e hizo una leve sonrisa casi sin darse cuenta.
-¡Ves!, así me gusta. Las tendrás a buen precio ¿no?

-Gracias- sonreí- ¡Ah! y guardame otra para el Lunes, para el Martes, el Miércoles, el Viernes, el Sábado y el Domingo.
-¿Y el Jueves?- me preguntó extrañado.
-No, es que los Jueves, me gusta estar triste.
Y me fuí.. sonriendo, con esa sonrisa nueva que él me había regalado por ser su primera clienta. Y me hizo gracia aquel juego, y empecé a comprar sonrisas para regalárselas a otras personas. Y el chico de las rosas al ver que hacía negocio, también comenzó a sonreír.
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